domingo, 24 de octubre de 2010

¿Dónde se ha quedado ese loco bajito?

ESOS LOCOS BAJITOS (SERRAT)
http://www.youtube.com/watch?v=ki6GEcteLao

Por fin he puesto en marcha esta idea del blog que rondaba por mi cabeza desde hacía tiempo. Bueno, lo primero decir que con él me gustaría que unos pocos, los que se enteren de su existencia, disfruten durante un rato, de buena música, reflexión y si puede ser que participen expresando lo que más guste. Eso es, este blog pretende ser un rincón para compartir ideas, reflexiones, y por qué no, sentimientos.

En esta primera entrada el tema que he elegido es la infancia, los peques de la casa. Soy estudiante de magisterio, y de ahí mi especial cariño hacia los niños.
Pero, me gustaría preguntaros algo ¿cuándo dejamos realmente de ser niños? ¿de verdad muere ese niño que llevamos dentro? Llega un momento en nuestra vida, que cortamos las alas a la espontaneidad, la imaginación y la ilusión de vivir ¿a cambio de qué? ¿Qué ganamos juzgándonos los unos a los otros por ser como somos, y por dejarnos llevar sin pensar en qué estarán pensando los demás?
Creo que es fundamental dejar salir a ese pequeño que encerramos durante esas tareas de "mayores" que nos exigen cumplir, y en nuestros momentos de relajo juguemos, cantemos y bailemos con él o ella. De esa manera, esta vida seguira teniendo sentido, seguiremos deseando conocer todos los interrogantes que se nos plantean en cada nuevo día, ansiaremos el momento de disfrute con nuestros amigos y familia, e intentaremos hacer fácil aquello que parece siempre tan complejo.

Tal y como escribió Amado Nervo, las distintas edades del hombre (o mujer) no son más que diversos géneros de la niñez.

YO NO QUIERO SER MAYOR (video muy divertido acerca del aburrido mundo de los mayores)

Finalmente, al final de cada entrada pondré un cuento que recoja un poco el tema reflexionado anteriormenete. En este caso propongo un cuento de Jorge Bucay, a ver qué os parece...

EL ELEFANTE ENCADENADO

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:
–Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a sus destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad... condicionados por el recuerdo de «no puedo»...
Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón...

JORGE BUCAY, «Recuentos para Demián»

Os animo a buscar a ese loco bajito que todos llevamos dentro, y darle rienda suelta un rato cada día.

Girasol